__ Cuando giró para seguir su camino cayó en cuenta de dos cosas. Primero, que había estado mucho tiempo viendo el lugar y, además, tenía parada enfrente a la que, seguramente, era la dueña de la casa. Sonrió e hizo su acostumbrada reverencia para seguir su camino, sin hablar.
- ¿Busca trabajo de jardinero? Porque si es así, necesito uno definitivamente.
La sonrisa del hombre se agrandó y sus ojos brillaron de manera especial.
- Señora, disculpe mi atrevimiento, no tuve la intención de molestar.
Doña Angela se relajó ante la amabilidad del viejo.
- No, bueno, yo no quise ofender tampoco; realmente mi parque es un desastre.
- Es hermoso, y sí, le falta algo de cariño a la tierra y las plantas.
-Mi jardinero se fue hace veinte días ya. Heredó unas tierras de su familia y supongo que ahí le ira mejor que conmigo. Bueno, voy a preparar algo de comer, con permiso.
El hombre se inclinó y la observó entrar por la puerta de hierro forjado y cerrar detrás de sí. Cuando ella había caminado unos cinco pasos, dejó oír su voz.
- Acepto atender su jardín señora.
Doña Angela sintió algo en el estómago. No lo conocía, su ofrecimiento de trabajo había sido más un ataque personal y no estaba segura de poder pagarle.
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